lunes, 13 de diciembre de 2010

El Murcia gana al Caravaca y recupera el liderato, pero su juego no convence a nadie

EVA FRANCO efranco@laverdad.es.-
El Real Murcia gana, pero no tiene brillo. Suma y marca goles, pero no es un equipo capaz de marcar las diferencias en la categoría. Por ahora va cumpliendo su objetivo. Otra vez es el líder y otra vez encabeza la tabla. Hasta ahí no se le puede poner ni una sola pega, ni una sola queja. Sus números son muy buenos. El equipo alcanza sus objetivos y cumple sus metas.

Pero el fútbol es mucho más que matemáticas y al Real Murcia le suele avisar del futuro con muchos partidos de antelación. Lo hizo cuando jugaba en Segunda y vuelve a mandar señales ahora, en el agónico año de Segunda B. El presente no deja margen de duda. La plantilla grana tiene más presupuesto, más calidad y mejores jugadores que el resto de sus rivales, pero ni aplasta al contrario, ni hace un juego brillante, ni es una referencia para nadie y ni para nada. Da igual que juegue fuera de su estadio que en Nueva Condomina. Da igual que el rival sea un equipo solvente, que un desahuciado, con serios problemas económicos para seguir compitiendo en la categoría.
El problema que el Real Murcia tenía con los derbis regionales ha quedado saldado. Conseguida la primera victoria de la temporada contra un equipo de la Región, tras el empate de Yecla y la derrota de Lorca, el Murcia se quita una peso de encima. Pero los problemas grana son de mucho más calado. Más importantes que la estadística.
Al equipo le falta velocidad en el centro del campo. Nada nuevo desde que comenzó la temporada. Pero si a esa carencia se le suman los continuos errores de Chando ante la portería rival o la falta de presencia de jugadores que deben de ser determinantes, como Pedro o Richi, el Murcia se queda casi en los huesos, esperando una ocasión, un rebote o una casualidad para poner el marcador a favor y respirar un poco más tranquilo.
Y la ocasión mezclada con un poco de suerte llegó en el minuto 57. Ese fue el tiempo que el Caravaca, un equipo más preocupado por saber cómo y cuándo va a cobrar que en la competición, aguantó su portería a cero. El tiempo que el Murcia estuvo desesperado sobre el campo, sin mucho que aportar y todo por perder. Pedro disparó, la pelota rebotó en la defensa visitante y el portero Manolo, que salvó varias ocasiones a lo largo del partido, se quedó a contrapié, con un balón en la red tras cambiar la trayectoria.
Aunque el Real Murcia es a veces rácano y exhibe un juego muy gris, tiene la suerte de contar con una calidad muy superior a la que muestran la mayoría de sus rivales en la Liga.
La mayoría de las plantillas no tienen nada que aportar en sus visitas a Nueva Condomina. Ningún arma con la que atacar la portería grana y salvo catástrofe o expulsiones, a las que el equipo de Iñaki Alonso está demasiado abonado, el gol siempre llega. Antes o después, tras fallar mucho o poco, de las botas de Pedro o de Chando, termina saliendo un balón que está predestinado a ser gol. Y una vez que el Real Murcia va por delante es casi imposible pararlo. Mucho más para un equipo modesto que apenas llegó a la meta de Alberto, salvo por un discreto remate de cabeza de Rojas.
Si Pedro puso el primero, Chando le dio la réplica con un segundo tanto tras una falta lanzada por Cañadas.
El tanto puso una capa de tranquilidad a la floja actuación del delantero ante la meta de Manolo. Chando sigue fallando. Dispone de ocasiones, pero le falta gol. Al menos lo intenta y tanta voluntad al final tiene su recompensa. Sin sustituto en el banquillo, tiene puesto seguro. No hay nadie que le haga sombra a su problema de puntería.
Falló en la línea de gol en la primera parte, antes del descanso le estrelló la pelota al portero y con el tiempo ya cumplido dejó atrás la portero Manolo y con la portería vacía se enredó en las piernas del defensa y terminó perdiendo el balón.
Pero al menos el delantero no se da por vencido y sigue sumando, aunque menos de lo que debería. Lo mismo le pasa al equipo, que suma y es líder, pero no muestra el juego ni la convicción que se le presupone para jugar en Segunda B, en un grupo marcado por equipos en la ruina y muy escaso de calidad.

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